miércoles, 8 de diciembre de 2010

Mario Vargas LLosa recibe el premio Nobel de Literatura

Allí estaba toda su familia, incluidos sus nietos, también sus amigos y compañeros.

El escritor, que esa noche se sorprendía a sí mismo de haber llorado ("¡Yo que nunca lo hago!"), explicó que "igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida"; "que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana...". Reconoció que el espanto de nuestra época es el fanatismo, los terroristas suicidas, la multiplicación de armas de destrucción masiva: "Enfrentándonos a los fanáticos homicidas defendemos nuestro derecho a soñar y a hacer nuestros sueños realidad...
Expresó su amor a Barcelona -donde vivió cinco años a comienzos de los años setenta- y a España y, como no, a Perú: "El Perú es para mí una Arequipa donde nací pero nunca viví, una ciudad de mi madre, mis abuelos y mis tíos me enseñaron a conocer a través de sus recuerdos y añoranzas..." y por esa vía Vargas Llosa, desde "el paraíso de la infancia" desembocó en ese párrafo que le hizo llorar: "El Perú es Patricia". Patricia, la prima "tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: 'Mario, para lo único que tú sirves es para escribir'". Una ovación tremenda alivió al Nobel de sus lágrimas.
"Escribir es una manera de vivir". De eso trató su discurso. Y una última recomendación: "La nuestra será siempre, por fortuna, una historia inconclusa. Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible". Ovación, con todos de pie. Abrazos entre lágrimas. Reconocimiento muy merecido.
                                                                                                                   Texto y fotografía de El País

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